LE PORT DE CHEFFES

¿No lo oyes? La cadencia de los batidores golpeando la ropa empapada en el borde de la barca de lavado; las lavanderas llamándose unas a otras y los barqueros interfiriendo. Sábanas colgando del tendedero de la secadora, agitándose con el viento del valle El carretero calma a su impaciente caballo con una palabra, mientras las tejas y las pizarras se amontonan en el carro. Las palas se deslizan en la arena, las horquillas pinchan el montón de piedra. Los cascos de madera y las carretillas hacen resonar el tablón, un puente inestable entre la cubierta del barco y la orilla. Los hierros de las ruedas con aros aplastan la grava mientras suben por el camino El joven aprendiz, con su pala de madera, tira el agua por la borda, vacía la bodega siempre dispuesta a beber el río. El vaivén de la sierra, la azuela recortando; el mazo y el martillo clavando, clavando. El carpintero ajusta los bordes de la cansada barcaza, que merece algunos cuidados para mantenerse casi estanca. El fabricante de cuerdas alarga su hilo, un paciente caminante que silba a lo largo de su ida y vuelta; retuerce el tronco del marinero sin empalme ni conexión. Estirada entre el caballo y la embarcación, la cuerda se deslizará suavemente, doblando la hierba alta del camino de sirga, hacia el puerto adecuado, en Angers, Sablé o Le Mans.