LA PLACE REGGIO

Siglo XVIII Creada a finales del siglo XVIII, la plaza Reggio desempeña un papel fundamental en el corazón de la ciudad baja. Situado en la intersección de dos barrios antiguos, se abre por un lado a la Neuve-ville y sus calles alineadas, y por otro al barrio de Bourg y a la fachada monumental de la prefectura. Su nombre y su estatua honran a un nativo de la zona que se distinguió durante las campañas napoleónicas: el mariscal Oudinot, duque de Reggio. En la Edad Media, este lugar albergaba jardines, la muralla y el foso que marcaba el límite del Burgum Barri. La creación de un nuevo barrio en el siglo XIV situó el lugar en el centro de la nueva zona urbana deseada por el duque Roberto el Magnífico. A partir del siglo XVII, el terreno estaba cubierto de edificios que constituían el convento de las Damas de la Congregación de Notre-Dame. En la época de la Revolución, la venta de esta propiedad nacional permitió al municipio crear el Ayuntamiento y la plaza que faltaban para estructurar la ciudad baja. El ayuntamiento se instaló en una parte del antiguo convento antes de su traslado y demolición en 1868. A principios del siglo XX, la prefectura pidió al arquitecto Royer que construyera una fachada digna de su finalidad y de la plaza que encerraba. Los terrenos de los dos lados largos se dividieron en lotes y se pusieron a la venta para la construcción de casas, todas ellas con un modelo y altura uniformes. En 1857, la plaza recibió su nombre actual en recuerdo del título que ostentaba Nicolas-Charles Oudinot desde la batalla de Wagram en 1809. Este último es honrado aquí gracias a la estatua erigida por suscripción pública en 1850, tres años después de su muerte. Realizado por el escultor Jean-Baptiste Debay, este retrato de cuerpo entero del mariscal se instaló originalmente en el centro, sobre un pedestal de mármol decorado con cuatro genios en las esquinas y, a sus lados, cuatro bajorrelieves de bronce que relatan los momentos culminantes de su carrera militar. Tras la caída del Imperio, la rápida adhesión de Oudinot al nuevo régimen le permitió conservar puestos de honor en la administración parisina. Fue leal a su ciudad natal y defendió los intereses de los barisienses, especialmente durante el desarrollo de grandes proyectos nacionales (ferrocarriles, canal) y locales.